HERMES

Hijo de Zeus y Maya, Hermes es el dios del aire y de los vientos. Su madre vivía sola en una cueva en Arcadia. Allí Zeus yació con ella una noche, mientras que Heradormía profundamente. Hermes, poco después de nacer en la cueva, engañó a su madre, escapó y le robó 50 bueyes a Apolo. En el camino encontró una tortuga que mató al instante. Usó su caparazón para hacer un instrumento musical: la lira. ​ Para que no descubrieran el robo, Hermes obligó a los bueyes a caminar hacia atrás, mientras que él se puso unas sandalias hechas de ramas y hojas para no dejar rastro. En el camino, se encontró con un viejo al que le hizo prometer que no contaría a nadie que lo había visto. Cuando anocheció, Hermes mató dos bueyes para comer y ofrecer sacrificio a los dioses, después encerró al resto en una cueva. Para asar la carne necesitaba fuego, así que el ingenioso dios frotó una rama de laurel con un trozo de madera hasta que salieron chispas. De esta forma inventó el fuego. Después cortó la carne en tantas porciones como los dioses y ofreció el sacrificio, pero él no comió nada. ​ Tiempo después, Hermes se cansó y volvió con su madre. Ella sabía lo que había hecho, y le dijo que Apolo lo castigaría. Hermes respondió que si Apolo lo castigaba, él destruiría el oráculo de Delfos y robaría todos sus tesoros.  ​Apolo se enteró del robo gracias a su poder profético y viajó hasta la cueva, donde encontró a Hermes en su cuna. El dios, enfadado, le dijo que le devolviera los bueyes. Pero Hermes, siendo todavía un niño, insistió en que no era el ladrón. Sin poder llegar a un acuerdo, los tres fueron al Olimpo, donde pidieron la intervención de Zeus. El pequeño Hermes, gracias a su ingenio y elocuencia, encantó a Zeus. Pero a pesar de esto el dios del trueno le hizo devolver los bueyes. Desde entonces los dos hermanos se llevaron muy bien. Hermes le regaló su lira a Apolo, y él inventó otro instrumento: la siringa. Apolo también le obsequió a su hermano el caduceo, una vara dorada símbolo de riquezas y bienes, también lo hacía patrón de los pastores y de los rebaños. También le dio permiso para pedir profecías a las Moiras y entregárselas a los humanos. Hermes quedó tan contento que prometió no robar de nuevo. ​ Hermes creció y se convirtió en el mensajero oficial de los dioses, cargo que antes portaba Iris. El dios llevaba sandalias aladas y un gorro con alas: el pétaso. Como era el dios del viento, viajaba muy rápido y llegaba a todas partes. Siempre cumplía hasta las misiones más difíciles. Hermes era querido por dioses y mortales, principalmente por su generosidad. Muchas veces ayudó a Zeus con sus amoríos, y salvó a varios de sus hijos de la ira de Hera. Salvó a los hijos de Apolo y liberó a Ares rompiendo las cadenas con las que lo habían atado los gigantes. Mantenía buenas relaciones con Atenea y sentía mucho cariño por héroes como Heracles y Perseo. Ayudó a Ulises, su nieto, durante la Guerra de Troya y durante su regreso a Ítaca.​ Hermes, al igual que su padre, se enamoraba fácilmente. Su gran amor fue Afrodita, a quién intentó conquistar tantas veces que al final dio resultado. De su unión nació la bella Peito y el hermoso Hermafrodito, quien se enamoró tanto de Salmácida que suplicó a su padre que los uniera para siempre. De esa forma, Hermafrodito, al ser hombre y mujer a la vez, perdió su fuerza masculina. ​ Hermes también yació con Orsínoe, y juntos engendraron a Pan, un ser cubierto de cabellos, piernas de macho cabrío y cola, cuernos y orejas de cabra. Su madre no lo aceptó por su fealdad, pero Hermes lo llevó al Olimpo donde fue aceptado por ser un bebé muy gracioso.​ Otros hijos de Hermes son Mírtilo, Vuno, Pólibo, Autólico, Ábdero y Eudoro.​​​ Grimal, Pierre, (1989). Diccionario de mitología griega y romana. Trad. Francisco Payarols, Barcelona, España: Paidós. ​ Graves, Robert, (2007). Los mitos griegos I y II. Trad. Esther Gómez Parro, 2001. Madrid, España: Alianza Editorial. 
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